lunes, 23 de junio de 2014

LOS MACHUAYCHAS



La agrupación Machu Aychas de Tokoros y Pinkillos, nace al calor de las gesta del Altipampa que sacude las profundidades del tiempo con la emoción desbordante de los pobladoresde esta tierra sin par, dinámica, generosa, hospitalaria y batalladora hasta con el mismo espinazo de sus vientos.

La raiz de su orígen se pierde en los siglos antiguos e inmemoriales que se cubrieron de estampas hermosas y maravillosas, leyendas que adquieren relieve dentro del acervo cultural de nuestra región. La sola apreciación de sus instrumentos y la indumentaria que llevan, nos dan los elementos necesarios para indicar que esto no data de hace pocos años. Es claro manifestar que como institución se organizaron con la buena voluntad y el entusiasmo de los autenticos hijos de esta ciudad.
Ya en la década de 1920 a 1930, se registra la inquietud de sus pobladores. Laboriosos con impetus de trabajo, tratan de agruparse. Precisamente son los hoteleros, los obreros, los laneros, los empleados y los campesinos o comunarios de entonces los que señalan la necesidad de mantener el cultivo de las voces nativas e inconfundibles del Tokoro y los Pinkillos de nuestros abuelos antepasados que dejaron metidos en sus cañas y en nuestras venas, la expresión dulce, guerrera, marcial, áspera, desafiante y a la vez melancólica de la música autóctona como la vibración de sus mas caros anhelos y angustias.
Propiamente surgen los Machu Aychas como los Huaynas rebeldes del altiplano, igual que los truenos y los relámpagos foribundos del Kollao, como los granizos, ventarrones y heladas cual estirpe de la raza Kolla en la Phascana del corazón de la tierra.
Son los Machu Aychas los decendientes de la raza bronceada, los moradores del ande, los mensajeros del Incanato, los que levantan nuevamente el árbol frondoso de la Kashwa de San Sebatían y el tronco tutelar del Huaynaroque con la danza de hombres y mujeres que hacen gala de su juventud, por que es la fiesta del año y la filigrana del ensueño del mes de enero que ilumina la grácil fuente de las sensaciones románticas.


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